El Libro de la Medicina Espiritual por Daniel Maldonado Juárez.

Debe saberse que los que se dejan influenciar, se someten y se entregan a las pasiones, se pondrán en una situación en la que ya no tendrán placer y sin embargo no podrán dejarlo. Los que se dan a las mujeres, a la bebida y a la audición de música y de cantos —a pesar de que son las pasiones más fuertes y afianzadas instintivamente en la naturaleza—, no gozan como los no entregados a ellas, porque para aquellos pasan a convertirse en un estado como cualquier otro suyo, o sea, algo habitual y acostumbrado, y tampoco pueden desarraigarlas porque se les han convertido en algo necesario para su vida, no en algo añadido o superfluo. Por este motivo les sobreviene una mengua en su religión y en los bienes de este mundo, de manera que se ven forzados a emplear distintas tretas y a conseguir riquezas exponiendo su vida y arrostrando peligros. Así, pasan a ser unos desgraciados cuando pensaban iban a ser felices, se ponen tristes cuando suponían iban a estar alegres y experimentan dolores en vez de placeres. ¡Cómo se parecen en ese estado al que se calumnia a sí mismo ya al que corre hacia su propia perdición! Como el animal engañado con las trampas que le han tendido, que cuando cae en la trampa ni consigue el cebo con el que se le ha engañado ni puede librarse de donde ha caído.

 

Al-Razí, El Libro de la Medicina Espiritual, en La Conducta Virtuosa del Filósofo, trad. Emilio Tornero, p. 32.

 

Comentario:

Como se desprende de la referencia, el presente fragmento forma parte de un escrito de ética que se asume como una “medicina espiritual”. En este sentido, una ética planteada como medicina exige pensar al alma a partir de la perspectiva del médico, es decir, en tanto que está compuesta por relaciones de fuerzas en pugna y que deben ser equilibradas. En el capítulo 2 de este breve tratado, al que pertenece nuestro texto, Al Razí argumenta sobre la conveniencia de someter la pasión para llevar a cabo la “corrección de caracteres” que propiamente sería esta medicina espiritual. Y es en ese contexto en que la cuestión del placer y el dolor adquiere una importancia esencial. Porque las sensaciones de placer y dolor, por ser las más comunes a los seres humanos son las más propensas a ser descuidadas y, por lo tanto, a desordenar al alma. De esta manera, Al Razí se preocupa por mostrar cómo el placer obtenido de las pasiones puede conducirnos a un estado de insatisfacción por el hecho de convertir toda acción pasional en una costumbre e integrarla a la habitual forma de vida que llevamos. Nada más peligroso, en efecto, pues la espera del efecto placentero sólo aumenta la desesperación de quien ya no siente placer en un acto que en algún tiempo debió de haber disfrutado, pero del que ya no resulta sino un vestigio de diminuta satisfacción. Y así mismo, el necesitar constantemente de un efecto de placer mantiene al alma atrapada en este círculo de insatisfacción, cosechando tristeza y dolor. Vemos, pues, que la desgracia del alma, caída en su propia trampa, no implica en primera instancia una reprobación del placer y el dolor como criterios de acción ética, sino una llamada a nuestra atención a la relación particular que se mantiene con ellos. En ese sentido, la sola sensación de insatisfacción parece ser un criterio que nos da el filósofo para que advirtamos a necesidad de una medicina espiritual, porque nuestra alma está enferma, lo cual quiere decir que se relaciona equivocadamente con el dolor y el placer.

 

Daniel Maldonado Juárez.

La verdadera sabiduría por Rocío Muñoz Peralta

IDIOTA.- Has entendido magníficamente, orador. Por eso, quienes  consideran que la sabiduría no es sino lo que pueden aprender con el intelecto, y que la felicidad no es más que la que es por ellos alcanzable, esos están muy lejos de la verdadera sabiduría  eterna e infinita, e incluso están orientados a una cierta quietud finita, donde piensan que se encuentra la alegría de la vida, pero ciertamente ahí no está. En consecuencia, percatándose de estar engañados, se atormentan, porque allí donde pensaban  que estaba la felicidad, a la que se habían dirigido con  tanto esfuerzo, se encuentran en  tormento y muerte. La sabiduría infinita es alimento  indefectible de la vida, del que vive eternamente  nuestro espíritu, el cual no puede amar otra cosa que la sabiduría de la verdad.

Nicolás de Cusa, Diálogos del Idiota, Libro I La sabiduría

Comentario:

A manera de ejercicio Socrático, el Idiota trata de dar a entender al Orador, como su concepción de una vida sabia y feliz está en detrimento de su posibilidad de acceder a la verdadera sabiduría “alimento indefectible de la vida”.  A su vez, que da cuenta del riesgo en que cae toda naturaleza intelectual de no  vivir  conforme a ella.

Considerando la sobre entendida docta ignorancia, por la cual a lo mucho podemos afirmar la comprensión de nuestra incomprensión del Absoluto, en este fragmento Nicolás de Cusa nos abre la posibilidad de una nueva certeza: el conocimiento de la sabiduría a través  de la existencia propia.

Siguiendo las palabras del Idiota: “Todo intelecto desea ser. Su ser es vivir, su vivir es entender, su entender es alimentarse de la sabiduría y de la verdad.”

En un sentido concreto, si el hombre desea acceder a la vida verdadera tiene que afirmar su existencia como un reconocimiento de la sabiduría a través de un reconocimiento de sí mismo como imagen de ella, lo cual consistirá en la búsqueda constante de la imagen de la cual procede, o mejor dicho,  en la inclinación natural del intelecto hacia su modelo o hacia su verdad. Siempre con la clara certeza de que el Absoluto es, de suyo, incomprensible.

Esta actividad que se puede entender como una suerte de identificación de la identidad entre la verdad y la inquieta inclinación de la mens del hombre por conocer su modelo, es donde se encontraría cifrada una vida de sabiduría y felicidad si seguimos los pasos del Idiota.

 Con esto salta a la luz que el elemento importante para una vida en sabiduría y felicidad es la cualidad móvil del intelecto, un ejercicio de entendimiento, de gustación, pues la sabiduría infinita es alimento indefectible de la vida. De ahí que los que no afirmen esta fuerza vital del intelecto encuentren tormento y muerte.