Y cuando (Muhammad) descendió desde su adoración, como ya mencionamos, fue conducido en un Viaje Nocturno hacia la ausencia de la ausencia. Allá pudo contemplar a su Amado; la verdad, como Una y Única, pues el amor requiere celos y no quedan ni los restos del adorador. Mas éste conserva un poder del que no se le incapacita. Así, no se manifiesta de otra manera más que por su Nombre. La revelación es un encuentro nocturno, al ocurrir en la noche el viaje. De entre todas las formas de parlamento, la nocturna es la más elevada, ya que sucede en sitio apartado, recogido, en el lugar de la intimidad, el de la proximidad y la elección
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Ibn ‘Arabi, El esplendor de los frutos del viaje, cap. 23, p. 93.