De umbris idearum. Texto en español
XI
Lo que se ha dado en llamar indistintamente destino, o necesidad, o Bien, o demiurgo, o Alma del mundo, o naturaleza, procede, con arreglo al movimiento y al tiempo, de las cosas imperfectas a las perfectas, que deben ser comunicadas a las inferiores, y éste es un mismo principio en todas y cada una de las cosas.
Por ello también se dice que el arte de la escritura ha progresado según esta misma sucesión. De ahí que -en lo referente a nuestra exposición- la remota antigüedad escribiera con cuchillos sobre las cortezas de los árboles. Siguió la época en que se hacían inscripciones sobre las piedras labrándolas con el buril; vino a continuación el papiro, que se llenaba de trazos realizados con tinta de sepia. Después, los pergaminos, impregnados de manera más provechosa con tinta artificial. De ahí se paso al papel y al encausto, y al procedimiento, con mucho el más eficaz de todos, de imprimir las letras por medio de la prensa. De los cuchillos a los buriles, de los buriles a las esponjas, de las esponjas a los cálamos, de los cálamos a las plumas, y de las plumas hemos pasado finalmente -así lo considero- a las letras de plomo fundido.
Pensamos que no ha acontecido otra cosa por lo que respecta a las técnicas que conciernen a la escritura interna, puesto que desde la antigüedad, en este tipo de actividad humana fue iniciada por el poeta Simónides o por otra persona, quienes, sirviéndose de lugares e imágenes ajustadas al papel y al alfabeto, y sustituyendo al escritor y al cálamo por la acción de la fantasía y de la facultad cogitativa, se afanaron en consignar en un libro interno las imágenes de las cosas que habían de ser recordadas. Todo cuanto hemos aportado a la diligencia de aquellos hombres, y en qué grado lo hemos hecho, podrán juzgarlo los que sean capaces de confrontar nuestro tratado con las obras de aquellos. Pasemos ya a lo relacionado con nuestra praxis. (Giordano Bruno, De umbris idearum, Siruela, pág. 75-76)
De umbris idearum. Texto latino
XI
Quod libere sive fatum, sive necessitatem, sive bonum, sive demourgon, sive mundi animam, sive naturam appellare consuevere, ab imperfectis ad perfecta, inferioribus istis communicanda, motu atque tempore procedit, quod in omnibus, et singulis est idem principium.
Hinc et eadem serie progressum facere dicitur ars, quam manu ducit. Ideo -ut ad propositum intentionis nostrae spectat- cultris in arborum corticibus prior scripsisse perhibetur vetustas. Cui successit aetas in lapidibus celte excavatis inscribens; quam sequuta est papyrus sepiarum succis exarata. Inde pergamenae membranae atramento artificioso magis intinctae. Proinde charta et inhaustum, praeloque premendae in usum longe omnium aptissimum literae. A cultris inquam ad stilos, a stilis ad spongias, a spongiis ad calamos, a calamis ad pennas, a pennis ad fusilia tandem elementa perventum.
Haud secus in iis quae ad scripturam pertinere videntur internam contigisse arbitramur, dum ab antiquo humanum studium sive a melico Simonide, sive ab alio sumpserit exordium; qui locorum, et imaginum proportionalium chartae atque scripturae, actuque phantasiae et cogitativae locum scriptoris et calami subeuntibus, species rerum memorandarum in interno libro inscribere studuerunt. Quorum industriae quid, et quantum addiderimus, ipsorum qui haec nostra cum illorum monumentis conferre poterunt, esto iudicium. Iam quae ad nostram faciunt praxim aggrediamur. (Giordano Bruno, De umbris idearum, Ed. Rita Sturlese, pág. 70-71)