El fiel debe emplear de su lado el pensamiento y la reflexión, para así distinguir en el trayecto, al que la Ley divina le obliga, y en el cual su felicidad radica, entre el viaje hacia Él, en Él, y desde Él. (Debe también discernir) en todas estas travesías tanto las que la Ley le impone como las que no, cual es el deber de caminar sobre la tierra para conseguir lo lícito, los viajes de lucro y el comercio mundano, así como otras muchas similares, o el viaje del propio hálito, con su inspiración y expiración. Así es, en efecto, pues no lo impone ni lo determina la Ley, sino que es su constitución (física) la que lo decide. ¡A Dios pedimos un bello fin y el perdón!
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Ibn ‘Arabi, El esplendor de los frutos del viaje, cap. 6, p. 65.
En este capítulo plantea una relación del viaje con el conocimiento: bien puede ser de la ley misma y de los diferentes procesos de los que tenemos experiencia. Abenarabi clasifica los distintos tipos de viaje para conocer o alejarse de Dios. Los viajes ocurren dentro de nosotros, pero también ocurren dentro de la realidad: podemos decidir hacia dónde va nuestro viaje. Pero antes debemos tener una serie de técnicas para orientar el alma a lo que es deseable. La ley se encuentra dentro de nosotros: por eso es que debemos conocer en el viaje para poder decidir. Hay que distinguir las gracias y la santidad, de los fenómenos atribuidos al demonio.
Al mencionar el hálito de la creación se refiere al viaje del creador: hay una necesidad de remontarse a la búsqueda del principio. La revelación es la inspiración creadora. Una vez que se comprende esto nos sentimos parte de la creación. Sólo podemos participar de la creación si estamos en gracia con Dios.
Es tarea del viajero discernir los los caminos que le llevaran a su encuentro divino. el camino sobre la tierra tiene rutas. Hay una ley que delimita y marca los caminos el conocerla nos revelaría un “por donde” girando un poco la perspectiva podría funcionar como nuestra guía. recordar siempre no salirse de El ir El y venir de El.