Los frutos del viaje 4 Por Rafael Ángel Gómez Choreño

Este viaje desvela su Faz, e indica la carencia en Dios de atributos humanos, así como manifiesta el mundo superior. Si a este recorrido se llama “viaje” es porque desvela los caracteres de los hombres, evidenciando tanto a los que son reprochables como a los más loables. Se dice también que la mujer se “descubre” cuando se quita el velo y deja ver su rostro, el cual se revela a ojos vistas como una imagen fea o bella. Dios –Exaltado sea– habla a los árabes: “¡Por la mañana cuando apunta!” (C 74, 34), es decir, las miradas por las que ellos descubren. Y el poeta dice:

Cuando me encontré a Layla iba velada/ y de madrugada me desconcertó el verla descubierta.

Pues sucede entre los árabes que cuando una mujer desea que se sepa de su enojo, descubre su cara. Quien declamó estos versos lo hizo como argucia para reunirse con quien deseaba, de lo cual se dio cuenta su gente, y al advertirlo, descubrió su rostro. Cuando supo él que ella se hallaba amenazada, sintió temor, y partió recitando este verso: “Y de madrugada me desconcertó el verla descubierta”.

En un viaje como éste y otros que se le parecen, nuestro Señor desciende, y mostrando generosidad de Palabra, hace útil la indicación: “Dios, empero, dice la verdad y conduce por el camino” (C33,4).

      Ibn ‘Arabi,

El esplendor de los frutos del viaje, cap. 17, p. 83.

Comentario del profesor
En este capítulo, Ibn ‘Arabi hace visible analógicamente la relación y unidad teórica entre los conceptos místicos de “viaje” y “camino”, a partir de la exposición y análisis del uso religioso y popular de las ideas tradicionales sobre el velo del rosotro femenino y su excepcional desvelamiento, mostrando sutilmente el uso ambiguo de su descubrimiento o exhibición a ojos vistas, ya sea para hacer evidente el enojo, con toda franqueza, o para cubrir, a manera de engaño, un hecho vergonzoso. El sentido místico del acto de des-velar se pone a juego a través del “viaje” y consiste en des-cubrir el “camino”, en lograr mirarlo, en reconocerlo cuando se le tiene a ojos vistas, aceptando con humildad que su descubrimiento no logra por mérito propio sino por una generosidad divina, que se constituye de inmediato en indicación y guía, particularmente porque consiste en la revelación “sin engaño posible” de una visión de su rosotro “sin atributos humanos”. Este des-velamiento del rostro divino puede resultar la visión de una imagen que nos parezca bella u horrible, pues depende en todo caso de como esté uno mismo dispuesto moralmente frente a su creador, pero siempre será una revelación de verdad una visión sin engaño, así que, gracias a su verdad, el “desvelo de su Faz” en el viaje se convierte, con independencia de nuestras buenas o malas acciones, en una revelación del camino verdadero, del camino de la verdad, y en una orientación del viaje místico hacia la verdad.